Enmarcadas entre lo científico y experimental y no exentas de buenas dosis de imaginación y fantasía las muchas teorías desarrolladas en torno al mundo de la pesca con mosca despiertan la curiosidad de numerosos pescadores que intentan encontrar respuestas a cuestiones desconcertantes y curiosas. |
Este era un artículo obligado. Después de un buen número de ellos con continuas y breves referencias a cuando menos, curiosas teorías, sobre diversos aspectos de la pesca con mosca, he creído que era hora de recopilar, clasificar y describir con más o menos detalle (en relación a la información existente y a mi experiencia) algunas de las más sugerentes y probablemente útiles a la hora de entender nuestro amado pasatiempo. Una cosa más. A ninguna de las teorías expuestas les doy el grado máximo de fiabilidad que he determinado (grado 10). Si fuera fiable al 100% dejaría de ser teoría. Precavido que es uno.
Teoría de los Grados de Alerta
Base científica: alta-media-baja
Experiencia propia: muy probada-ocasionalmente- a penas nada
Grado de fiabilidad general (del 0 al 10): 9
Descripción
Sin duda mi teoría favorita, la más mencionada y una que me ha aportado una nueva visión sobre muchos aspectos del comportamiento de la trucha. Viene a decir lo siguiente: la trucha condicionada por un montón de circunstancias pasa por estados en los que su sensación de seguridad, estado de confianza y grado de vulnerabilidad varían constantemente. Este estado condiciona enormemente la disposición de la trucha a coger nuestra mosca, independientemente de nuestra imitación o tipo de presentación que realicemos.
Esta teoría se encuentra ampliamente desarrollada en este enlace: Wariness (1ª parte)
Teoría de la Barrita de Chocolate
Base científica: alta-media-baja
Experiencia propia: muy probada-ocasionalmente- a penas nada
Grado de fiabilidad general (del 0 al 10): 4
Descripción
Teoría desarrollada en Estados Unidos donde son muy aficionados a pescar con grandes moscas tractoras (Wulffs, Humpies…). Y a comer barritas de chocolate.
Imaginemos que nos hayamos en una calurosa y hambrienta tarde de verano comiendo cerezas de un frondoso y generoso árbol. Encantados por nuestro hallazgo y motivados por un gran apetito nada ni nadie nos puede sacar de ese maravilloso marasmo gastronómico. Hasta que, de repente, entre las ramas del árbol nos encontramos con una muy apetecible y preciosa pera limonera. ¿Dejaríamos por un instante de comer cerezas y nos lanzaríamos hacia este nuevo fruto, más grande y jugoso? La teoría dice que en muchos casos así ocurriría.
Según esta teoría si una trucha, cebándose de manera muy selectiva en superficie y en medio de una gran eclosión simple (de una sola especie), rechaza una y otra vez nuestras imitaciones más exactas con la mejor de las presentaciones, deberemos intentar con algo totalmente diferente.
Probaremos algo muy apetecible (a modo de barrita de chocolate), grande y jugoso que saque de su marasmo a la trucha y sea imposible de rechazar.
Algo totalmente diferente en forma y tamaño a la mosca que está eclosionando pero que sorprenda e incite de manera especial su ya muy estimulado insaciable apetito en ese momento de frenesí y locura.
Venga, que solo le he dado un cuatro.
Teoría de los Rasgos de Vulnerabilidad
Base científica: alta-media-baja
Experiencia propia: muy probada-ocasionalmente- a penas nada
Grado de fiabilidad general (del 0 al 10): 7
Descripción
Esta es una versión actualizada y más precisa de esta teoría, aparecida en un artículo publicado en la revista española Jara y Sedal. Por su importancia no podía dejarla fuera de esta clasificación.
La trucha es una experta en interpretar y distinguir mensajes y actitudes de las criaturas que la rodean cuando estas transmiten alguna sensación de vulnerabilidad. Es una ventaja defensiva clara cuando el mensaje viene de una de su especie o de otro pez. Sin embargo, también sabe aprovecharse de esta circunstancia cuando proviene de cualquier otro posible alimento animal, interpretándolo como debilidad y presa fácil a la vista. Presas fáciles implican ahorro de energía y ésta, a la postre, es la clave definitiva para la supervivencia: saber valorar el gasto calórico que le va a suponer capturar esa presa en relación a las calorías que le va a aportar.
Cualquier insecto o pez que dé muestras de debilidad o vulnerabilidad es interpretado por la trucha como una oportunidad de obtener un balance calórico positivo, que no debe perder de ninguna manera.
Al pescador a mosca le interesa de manera especial conocer qué rasgos de vulnerabilidad pueden mostrar determinados insectos y ser interpretados por la trucha como tales:
- silueta borrosa y desordenada de insecto atrapado en la película
- una o dos alas placadas en superficie en subimagos e imagos
- ausencia de una de las alas o una de ellas defectuosas
- exuvia adherida o ligeramente separada del abdomen
- movimientos erráticos e irregulares en insectos subacuáticos o semi-ahogados
- silueta característica e imprecisa de dos insectos unidos en proceso de apareamiento
- alas iridiscentes en spents (efecto Marinaro)
Según esta teoría el añadir a algunas imitaciones artificiales algún rasgo que refleje vulnerabilidad (tanto físico como de comportamiento), redundará en ocasiones, en mejores resultados.
Vulneremos nuestras moscas pues.
Teoría del Cojín de Agua
Base científica: alta-media-baja
Experiencia propia: muy probada-ocasionalmente- a penas nada
Grado de fiabilidad general (del 0 al 10): 5
Descripción
Teoría desarrollada a partir de los estudios sobre la visión de la trucha llevados a cabo por el profesor alemán de biología Doctor Muntz. Basa sus conclusiones en esa pequeña área de visión ciega que la trucha (debido a la posición lateral de sus ojos) posee justo delante del morro.
Muchas veces intentamos coger subimagos que bajan flotando por el río para ver qué mosca son. Y no nos resulta nada fácil hacerlo con la mano. La razón es que al desplazar la mano dentro del agua hacia el insecto creamos un pequeño cojín de agua que se desplaza pegado y por delante de nuestra mano hasta llegar al insecto que se ve transportado por el mismo cual surfista que consigue subirse a una ola y se deja llevar.
Esta teoría dice que son muchas las truchas, normalmente grandes y experimentadas, que en aguas lentas (badinas y pozas) crean este cojín de agua con el morro y desplazan la mosca unos centímetros durante un segundo de manera delicada antes de decidir si comerla o no. Con ello parece que consiguen dos cosas:
- Observar el movimiento del insecto. Ponen a prueba la capacidad de esa mosca de flotar con total naturalidad.
- Alargan ese instante en el que dejan de ver la mosca al entrar en el triángulo ciego. Como si necesitaran más tiempo para decidirse o en el último instante tuvieran alguna duda.
No sé. Aunque he observado este comportamiento en algunas ocasiones igual he sido demasiado generoso con el grado de fiabilidad.
Carlos