Aunque a todos les mueve una motivación similar existen diversos tipos de “enseñantes” cuyo sistema de contar y transmitir su sabiduría difiere sustancialmente uno de otro. Cada uno tiene sus ventajas y desventajas y sus estilos son totalmente diferentes. Conviene poder identificarlos para saber qué hacer y poder sacar el máximo partido de cada uno de ellos. Los principales perfiles representativos que podemos distinguir son: los Eruditos, los Fórmula-mágica, los Mírame-cómo-lo-hago y los Maestros.
Los del primer grupo, los eruditos, saben mucho. Mucho y de todo. Lo cuentan y con ellos se puede aprender un montón. O se puede aprender nada. Según la capacidad de comprensión, análisis y síntesis del oyente uno puede sacar un montón de conocimiento de estos pescadores o quedarse con las ganas. Un cuadernillo de notas e incluso una grabadora de chaleco pueden venir bien. La frase “No sé de qué demonios me estás hablando ¿Puedes repetir, por favor?”, también es muy útil. A pesar de su aspecto circunspecto en el fondo son menos serios de lo que aparentan.
Los Fórmula-mágica van al grano y a solucionar el problema. “Utiliza esta mosca, la del cinco es la mejor, súbete a una piedra, esta marca de hilo muy superior”, etc. Este grupo es muy pragmático, tú tienes un problema, haz esto y solucionado. Con este grupo conviene escuchar y callar. Los por qués son superfluos y las alternativas diferentes a un mismo problema inexistentes. Normalmente son tipos muy simpáticos y agradables.
El tercer grupo, el de los Mírame-cómo-lo hago, no dispone de una gran capacidad de explicación técnica ni tampoco en realidad saben muy bien lo que hacen. Pero se hace así ya que así lo hago yo. Les gusta ser contemplados y dan la impresión de querer hacer las cosas más difíciles de lo que son. No quieren que entiendas lo que hacen, quieren simplemente que lo hagas. La cantidad de cosas que pueden enseñar es ciertamente limitada pero son lecciones que nunca se olvidan. Y pueden resultar tremendamente divertidas.
En nuestro último puesto aparecen los llamados Maestros. Seres con una innata capacidad pedagógica capaces de simplificar lo más complicado y hacerlo asimilable hasta para el aprendiz más lento. Solo tienen una pega. Les gusta enseñar y quieren enseñar. Y crear una práctica-teórica lección de hasta como secar los vadeadores para que huelan a rosas puede resultar un tanto peñazo a veces.
Al final, creo que enseñar es un aspecto más entre las mil y una maneras diferentes que existen para vivir la pesca con mosca. Me quedo con una frase de Izaak Walton:
“El verdadero maestro no enseña más que lo justo. Da claves y consejos y muchas veces simplemente está ahí. El alumno a la larga se dará cuenta que no lo hacía para salva guardar sus secretos si no por proteger el gran placer que proporciona llegar a descubrir las cosas por uno mismo.”