Uno de los detalles que más claramente delatan a un lanzador con recursos es la sensación de vida que éste es capaz de comunicar tanto a la línea como al bajo. Una línea vivaz y dinámica que sea capaz de adaptarse a las mil y una configuraciones del río es la única clave para poder dar a la mosca toda la libertad que necesita. Sin esa autonomía las posibilidades de que nuestra imitación pase por una natural son casi nulas.
Soy de la opinión de que en el lanzado con mosca las cosas más interesantes y bonitas suceden justo después de parar la caña en el lance frontal (y en algunos atardeceres de verano en las verdes praderas de bellos riachuelos de montaña) Es justo en ese momento o inmediatamente después, cuando podemos impartir a la línea la forma o dibujo deseado. Un efímero dibujo que una vez posado en el agua irá diluyéndose con la esperanza de haber cumplido exitosamente la misión y función concreta para la que fue trazado.
Lo que no ejecutes en el aire no esperes poder hacerlo en el agua. En otras palabras, los remiendos o reposicionamientos de línea en el agua nunca pueden ser sustitutos de ninguna corrección aérea o lance de presentación. Más bien deben ser un complemento de los mismos ya que el tiempo que pasa entre el momento que posa la línea y la aplicación de la corrección en superficie es, casi siempre, excesivamente largo para evitar el dragado con éxito. Para cuando la línea toque el agua deberemos haber realizado la mayor parte de la tarea o si no después vendrán los problemas. Otra ventaja importante de disminuir en todo lo posible el número y tamaño de las correcciones, una vez posada la línea en el agua , es el peligro de meter ruido con arranques y salpicaduras que pongan en alerta a nuestra amiga.
Además, la vistosidad de algunos dibujos en el aire es del todo insuperable a ninguna configuración de línea sobre el agua. Os puedo asegurar que la estética en el lanzado con mosca es algo más que una simple cuestión de gusto personal.
