Siempre me ha gustado este artículo. Probablemente porque pone al pez en el centro del círculo y lo ensalza y convierte en juez y señor. Nosotros, situados alrededor de él, osamos ser algo más que simples observadores. Y así intentamos leer y entender sus mensajes aun sabiendo que nunca llegaremos a comprender del todo. Es ese papel de humildad y respeto el que más nos cuesta aceptar, probablemente el único que nos debiera corresponder muchas veces en este delicado fluir de las aguas y de la vida.
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El pescador norteamericano Vincent Marinaro, ha pasado a la historia por ser uno de los más grandes innovadores en la pesca a mosca. Autor de, según muchos, la más grande obra de pesca de este siglo,”En el anillo de la subida”, Marinaro nos dejó entre muchas otras cosas un
profundo estudio sobre el comportamiento de la trucha y sus reacciones de cara a la mosca.
En su Juego de los Saludos, Marinaro intenta entender y dar cara a esas super-selectivas truchas que solemos encontrar mediante un proceso de prueba y eliminación.
El juego comienza montando una imitación del insecto que está comiendo la trucha, y una buena cantidad de variantes de ese modelo básico con ligeras y muy pequeñas diferencias de montaje entre cada una de ellas. Estas se lanzan sobre la trucha que está comiendo, debiendo advertirse su reacción de forma cuidadosa.
Una trucha tiene diferentes formas de mostrar interés hacia una mosca.

Como lanzador no dejo de pensar en la precisión y suavidad que Marinaro tuvo que mostrar en la presentación de cada una de las moscas para que cualquier error en el lance pudiera ser eliminado como elemento perturbador del experimento.
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Cada mosca lanzada recibe un tipo de reacción- saludo que es cuidadosamente anotado. Cuando una imitación no recibe ningún saludo se descarta por una nueva variación, y éstas se clasifican según el número y tipo de saludos que reciben. Al final del juego, de las imitaciones que han recibido un mayor número de saludos concretos se extraen las características de montaje comunes para conseguir la deseable y tal vez afortunada imitación final. Lento pero más científico, imposible.